martes, 20 de octubre de 2009

Una noche de letras


Buenas noches a todos,

Hoy estoy filosófico así que os deleitaré (para vuestro sufrimiento) con uno de esos días que, lejos de hablar de deporte, dejo aquí un ladrillo para que vosotros (con más o menos comprensión) queráis leerlo.

Esta noche os contaré la historia de Juan, un muchacho que con una mochila en el hombro salió a conocer mundo. Harto de todo lo que le rodeaba, decidió que era el momento de ver todo aquello que aún no había visto y le habían contado que era maravilloso. Así pues comenzó un largo viaje, que le llevó hasta la madurez en edad y que le condujo por todos esos lugares que en algún sitio hemos visto o sobre los que en algún momento hemos leído alguna que otra línea:

- En la India se dio cuenta que sus conocimientos de medicina podían salvar muchas vidas... y después de dos meses enseñando en un hospital, dejó los libros que llevaba en la mochila y que suponían todo su saber hasta la fecha.

- En África pensó que la gente que le rodeaba necesitaba mucho más que él la comida que portaba consigo… y tras veinte días cocinando en un campo de trabajo para refugiados, mientras se alejaba camino de su próximo destino, fue dando,una a una, todas aquellas cosas que con sumo cuidado se había preparado para sustentarse en el largo viaje que le quedaba por realizar.

- En China, mientras daba clase de Inglés en una de las escuelas de la zona, conoció un pequeño que se afanaba por leer las letras que componían la página de un libro mientras estrechaba aún más si cabía sus delgados ojos… y estirando su mano le regaló las gafas que corregían su miopía.

- En Rusia decidió que iba a dedicarse a echar una mano en un centro de acogida y la última noche, antes de partir, sentía frió, mucho frío,… sin embargo aquel mendigo con el que compartió cena, y alguna que otra historia sobre los sitios que ya había visitado, necesitaba mucho más que él el abrigo que llevaba sobre los hombros.

…Y poco a poco, sin darse cuenta, fue desprendiéndose de todas aquellas cosas que, desde un primer momento consideró totalmente necesarias para realizar su viaje, … hasta que un día, mirándose al espejo se fijó en que no sólo había dado todo aquello que podía considerarse material y que le había acompañado media vida, si no que se había dado a sí mismo de tal manera que se había olvidado de él. Se sentía feliz, tremendamente feliz, de haber sido capaz de darse de semejante manera, pero algo en su interior le decía que le faltaba una cosa, no menos importante que las anteriores, y que la hacía completar todo lo anterior… de alguna manera había tratado de conseguir que todo lo que le había rodeado en algún momento de su vida estuviera una milésima mejor debido a su paso, pero en lo más profundo de su alma sentía un inmenso vacío…, en su afán por compartir y pensando que no era necesario, se había olvidado de que aún le quedaba darse a alguien más…a sí mismo.

Como despedida os dejo unos versos de Mario Benedetti, de un libro que no hace mucho me regaló un amigo:

Tengo la convicción de que no existes
Y sin embargo te oigo cada noche

Te invento a veces con mi vanidad
O mi desolación o mi modorra

Del infinito mar viene tu asombro
Lo escucho como un salmo y pese a todo

Tan convencido estoy de que no existes
Que te guardo en mi sueño para luego.


Buenas noches a todos y gracias por aguantar el rollo a quien lo haya podido aguantar. Prometo tardar en volver a estar filósofo jajajjajaa.

Un abrazo

Toño

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