sábado, 20 de abril de 2019

Y por qué?



Empezaré diciendo que mi deporte es el karate, lo practico desde los 4 años y aún a día de hoy, muy de vez en cuando me calzo el karategui y las guantillas para volver a sentir que soy un niño. Cinturón negro, tercer dan, fui arbitro regional y di clases a niños varios años. El karate lo llevo en la sangre y tatuado con tinta en mi cuerpo, siempre será parte de mí.

Al ciclismo llegué de casualidad...

Tras esta introducción, me gustaría compartir una reflexión que llevo varios días haciéndome. Mucha gente me dice… ¿por qué el ciclismo?, ¿qué te da el ciclismo?, ¿de verdad lo que te gusta es sufrir?... Supongo que el que es deportista lo lleva dentro y da igual el deporte que haga, pero voy a intentar trasladar qué es para mi y qué me ha dado el ciclismo.

El ciclismo me ha dado amigos a los que no creo que pueda llegar a devolverles cómo me han tratado personalmente fuera de la bici.

El ciclismo me ha ayudado a superarme, a vencer los momentos en los que creía que el corazón se me iba a salir por la boca o que las piernas me iban a estallar.

Me ha enseñado que el equipo es mucho más importante que la individualidad, que no es mejor ciclista el que más anda y que no puedes hacer las cosas por los demás esperando que los demás respondan de la misma manera.

La carretera me ha puesto en mi sitio muchas veces, y otras me ha ayudado a sentirme libre, a respirar naturaleza, a vibrar con la velocidad, a saborear mi sudor y vencer el agotamiento tan sólo por el hecho de llegar al final de un puerto, a la meta de una cicloturista o al portal de mi casa.

La bici me ha ayudado a vencer uno de mis mayores complejos; me ha hecho adelgazar y aunque nunca he sido de marcar abdominales, me ha ayudado a mirarme en el espejo y no volver la mirada.

He aprendido a ayudar, a olvidarme de lo que me apetecía hacer para hacer lo que debía en cada momento. Me ha enseñado que no soy todopoderoso y que de vez en cuando soy yo el que tengo que dejarme llevar, me he sentido arropado, he llorado y me he reído y al final me he sentido bien conmigo mismo y con los demás.

He aprendido disciplina y metodología. Me ha ayudado a centrarme y a la vez a evadirme.

Nada mejor que acabar una cicloturista con un amigo cuando pensabas que te ibas a retirar.

Nada mejor que poder ayudar a un amigo a cumplir su sueño y alcanzar su objetivo.

Nada mejor que tener amigos que te ayuden a ti a conseguir el tuyo y llorar cuando cruzas la meta, porque has hecho algo que jamás pensaste que podías hacer.

Cantar, reír, llorar,…. Derrumbarte y resurgir….o no… simplemente aprender de lo que has hecho mal. Conocerte, entender tu límite y tus respuestas. Saber hasta dónde llegas.

Ciclismo es competición: contra los demás, contra uno mismo, contra la pendiente, contra la trazada, contra el aire. Ciclismo es superación, compañerismo, humildad, satisfacción…

Hasta hace poco pensaba que el ciclismo no me había enseñado mucho, y que todo lo que amaba de la bici eran los amigos que había conseguido tener. Pero si cambiáis bici/ciclismo por “vida” en los párrafos anteriores, quizás veréis que la bici enseña mucho más de lo que parece. Sólo hay que buscarle una vuelta más.

No diré que es lo que más me gusta de la vida; estaría loco. La vida tiene muchas otras cosas mucho más buenas y desde luego... mucho más malas. Tampoco es mi centro, pero sí mi divertimento, ni tan siquiera es mi desahogo pero sí uno de ellos.

El ciclismo es un deporte, como cualquier otro (siempre habrá quien te diga que es el mejor). Pero en mi vida es una parte más que apareció un día y que tal vez otro ya no esté, pero desde luego es algo que me ha enseñado y de lo que ha aprendido. Ha dejado su huella en mí y me ha dado cosas y amigos que siempre formarán parte de mi vida.

El ciclismo también me ha quitado...pero eso ya no es objeto de este escrito.

Un abrazo
Toño