Uno se ha criado viendo en verano el Tour y eso se nota...
Desde que tenía 14 años llevo soñando con subir a aquellos puertos míticos en los que has visto retorcerse a tus ídolos, desde Indurain, a Armstrong, pasando por el inigualable Marco Pantani... El año pasado lo planteamos y el fin de semana pasado pudimos hacerlo realidad. Un fin de semana en la localidad de Luz Saint Sauveur para hacer las delicias de los más locos de la bicicleta.
El sábado lo dedicábamos al Tourmalet y el domingo a Luz Ardiden. No dio para más, ya que el primer día no acompañó el tiempo y tuvimos que abortar la salida por la mañana algunos de los más "pedo tiernos" en el kilómetro siete de ascensión al Tourmalet, para volverlo a intentar por la tarde. Menudo frío bajando, cómo tiritaban las manos!!!! ¿o era el manillar lo que se movía incesantemente? (va a ser que ambos).
En Luz Ardiden, el domingo, hizo un día espectacular, y al menos el que aquí escribe se volvió literalmente "loco" tratando de emular aquello que tantas veces había visto en la TV, uno de mis ídolos atacando en las curvas de subida de los últimos 5km, bajando un piñón en cada una de ellas y tirando para arriba de la bici como si con ello fuera a arrancar minutos a algún ruso tipo Eugeni Berzin que llevara ventaja sobre él en la general del Tour (sí, ya comencé a desvariar). Quería sentir la sensación de lo que era subir eso pasado de pulso (y vaya si lo hice, a juzgar por mis 185pp en el último km) y quemándome las piernas. Lo dicho, aunque suene "raro" para el público profano... "vaya sufrimiento más bonito".
Lo mejor de todo, la compañía, tanto de mis amigos, como de quien más me quiere y me aguanta. Sin ellos nada de lo de encima de la bici sería igual.
La vuelta a la normalidad esta semana ha sido dura, pero el recuerdo en mi retina de lo que he visto este fin de semana perdurará para siempre. Viva el ciclismo!.
Un abrazo
Toño
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