Hoy por hoy, estamos acostumbrados a ver que la gente sonríe y parece que siempre está bien. Decir que estás mal, que te sientes triste o que la vida te aprieta (cuando no ahoga) está mal visto, no gusta y resulta una molestia. Es mucho más sencillo publicar que estás de puta madre en tus redes sociales, que disfrutas de la vida y que eres una persona fuerte, interesante, atractiva y llena de vitalidad.
Si, además de lo anterior, eres una persona sensible, resultas ser el flojo del lugar, el "intenso" (o la intensa, no caigamos en la discusión de género) y, a veces, el cargante: "siempre estás igual", "deberías fluir un poco más"... ¡FLUIR! Qué gran palabra, y cuánta modernidad encierran sus letras.
Me considero una persona sensible. Vivo todo al 200 %, y cuando algo me gusta, aunque no lo exprese con palabrería, todos los poros de mi piel hablan por mí. Soy incapaz de esconder una sonrisa en mi mirada o el entusiasmo en mi manera de estar. Pero ¡ay de mí cuando algo me puede! Esa misma sonrisa se torna en tristeza, en agobio o en preocupación, y me resulta imposible disimularlo.
Con el paso de los años, uno aprende a pulirse, a resultar "agradable" o a callar aquello que se considera "íntimo", porque “no hay que compartir todo con todo el mundo”, y, realmente, “a nadie le importa cómo estás”. Y lo jodido es que, en un porcentaje muy alto de las ocasiones, es así.
Este año ha sido muy complicado, y lo sigue siendo. Es cierto que “la sonrisa de Joker” aparece en mi cara, pero la procesión va por dentro. He tenido la suerte de contar con gente que me ha tendido su mano (mil gracias) y se ha preocupado (y sigue haciéndolo) por todo. A veces, el gesto más "tonto" es el que más se agradece: un café, una salida en bici, un mensaje de WhatsApp, una llamada, un “no estás solo”… Poder abrir el grifo hace que la presión disminuya.
La verdad es que empecé a escribir con el objetivo de deciros que no tengáis miedo a ser vosotros mismos, que vale la pena vivir, que es bueno ser sensible, que sentir siempre está bien, y que vivir intensamente es la sal de la vida, independientemente del color del sentimiento. Y, sin embargo, parece que me ha salido un quejido medianamente amargo.
Quizás hoy se sienta como un día gris, y aquellos que me ven reír acaben descubriendo que, detrás de la sonrisa, hay más tristeza de la que parecía. Pues sí, así es la vida… y así me ha tocado vivirla.
Gracias.
Toño