Hola a todos,
“¿Qué es lo más importante para usted en este momento?” Así comenzaba mi examen de segundo Dan de karate, uno de mis mayores sueños.
Desde que tengo uso de razón, el karate ha formado parte de mi vida, ya de pequeño nada más entrar en el colegio mi madre me apuntó a natación y karate, deportes en los cuales tuve el honor de entrenar con los que a día de hoy se consideran unos de los más grandes entrenadores de Zaragoza y gran parte del territorio nacional.
Llevo toda mi vida haciendo karate, más o menos fuerte según el momento físico, profesional e intelectual, incluso lo abandoné por lesión durante cinco años, sin embargo, siempre he considerado que era “mi deporte”. Lloré como un niño cuando obtuve el cinturón negro primer Dan, y puedo decir, sin lugar a dudas, que fue uno de los días más especiales de mi vida.
Ayer fue un día muy especial, mi entrenador y maestro, Fernando Rosuero, nos sorprendió a todos este año cuando nos dijo que en verano tenía intención de examinarnos, estoy seguro de que ,quien más quien menos, pensó que bromeaba, e incluso alguno (entre los que me incluyo) que no llegaría a estar preparado para tal fin.
Pasaron los meses y la cosa iba en serio, así que comenzamos a prepararnos. Poco a poco conseguimos con la base del entreno diario y la perseverancia, dibujar un examen que nos permitiera, ya no lo sólo aprobar (no es lo más importante), si no demostrar a nuestro maestro y a nosotros mismos que si queríamos eramos capaces de hacerlo.
Vuelvo a repetir que ayer fue un día especial, todos teníamos nervios, muchos más de los que alguno (yo) recordaba haber tenido nunca. Por muy cercano que te sientas con tu maestro, el tenerlo delante examinándote impresiona al más pintado (solo hay que notar como tiemblan las piernas cuando se acerca a corregirte...). Todos nos esforzamos para dar lo mejor de nosotros mismos y al final el resultado valió la pena.
Valió la pena no sólo por aprobar el segundo Dan, si no porque al final del examen, el escuchar de tu maestro que está orgulloso de sus alumnos y del trabajo que habíamos realizado, vale más que cualquier Dan que te puedan otorgar.
Tal y como dijo, hemos vivido mucho juntos, y somos algo más que un gimnasio de karate, somos un grupo de amigos, que en más de una ocasión ha demostrado que cuando es necesario nos apoyamos unos en otros para salir adelante sin preguntar qué, quién, cómo o porqué.
Me siento orgulloso de ser del Rosuero Karate Club, de haber entrenado toda una vida con Fernando Rosuero y de compartir tatami con todos y cada uno de mis compañeros (podéis ver a algunos en la foto de abajo, aunque faltan otros muchos a los que les echamos de menos y esperamos ver pronto). No importa cuánto nos veamos, todos sabemos que el tatami siempre está abierto para compartir mucho más que una clase de karate.
Ya para terminar, esta semana me la tomaré un poco de descanso, más que nada porque me toca viaje de trabajo, yo creo que los dos logros de los últimos sábados no están mal para alguien que hace dos años, tras una operación de rodilla en la que le decían que no volvería a andar normal, se planteaba apartarse de la vida deportiva para siempre.
No soy ningún ejemplo a seguir, con las líneas anteriores sólo quiero decir que si uno quiere... puede!.
Un abrazo
Toño