Y van doce...
Este año la Quebrantahuesos iba a ser completamente distinta a lo que ha venido siendo toda mi vida; sin ilusión, sin ganas y con un espíritu completamente distinto al que tenía el año pasado. Todo lo que me rodeaba este año era absolutamente gris.
Meses antes la duda de hacerla o no planeaba sobre mi cabeza, pero poco a poco y por inercia de "entrenamientos" (se supone que cuando uno hace "series" es que "entrena"...sigh) la idea de que lo único que necesitaba era cruzar la meta se incrustó en mi cabeza como una obsesión mínima pero firme.
Un año más se repetía todo el ritual de movimientos. Todo igual, salvo por un pequeño cambio de última hora: una obligación social que me arrastró - literalmente - fuera de casa a cenar con dos de mis amigos. Parece mentira, pero ese pequeño movimiento me sacó de mi tensión autoimpuesta e hizo que me relajara un poco más.
6:45 am y un año más en la línea de salida, esta vez sólo, con un enemigo mucho mayor que nadie... mi cabeza y la necesidad de cruzar la línea de meta demostrándome que las piernas podían mucho más que el miedo.
No os voy a aburrir con un relato de lo que fue la prueba porque habréis leído y escuchado mil mejores. Sólo puedo decir que a nivel de temperatura fue una de las más duras que he hecho, a nivel físico y mental di todo lo que tenía sin apenas guardarme nada para mí y crucé la meta en una mezcla de alegría, rabia, lloro...gritando y chocando la mano con el chaval que tenía a mi lado que me miraba pensando que estaba completamente loco. Realmente necesitaba ser capaz de cruzar esa meta y demostrarme a mí mismo que podía hacerlo aunque fuera solo.
Esta vez tengo que agradecer a Santi y a Pedro por los ánimos y el agua en Somport; a Borja y su padre por el agua y la ayuda en Marie Blanque; a Dani y Jesé por la inyección de adrenalina y el agua en Portalet; a Jorge por la cobertura a final del Portalet y a todos y cada uno de los que me habéis dicho en cada momento lo necesario para que no soltara el manillar.
Un año más
Toño